Y de la noche a la mañana, el lunes 16 de marzo de 2020, producto de la suspensión de clases presenciales, nos despertamos con puentes del sistema educacional cortados, puentes esenciales a la hora de pretender implementar propuestas didácticas de excelencia, cuyo propósito principal, al menos en el discurso, es el desarrollo de habilidades para el siglo XXI, puestas a disposición de seres humanos en proceso de formación.
Pero de la sorpresa y de la parálisis inicial, rápidamente, comienza a aparecer la capacidad resiliente del sistema educativo, de la pedagogía, de aquellos que diseñan, activan y guian las experiencias de aprendizaje, entendiendo por resiliencia aquella capacidad para superar situaciones complejas de vida y ser capaz de lograr desarrollos exitosos a pesar de circunstancias muy adversas, o como lo señala una autoridad mundial en esta materia, el profesor de psicología Norman Garmezy, quien la definió como “La capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono o la incapacidad inicial al tener que enfrentar una situación o evento estresante”. Es así que los actores relevantes del proceso pedagógico, alumnos, padres y apoderados y, muy especialmente, los profesionales de la educación, comienzan a aplicar una máxima muy útil para el desarrollo de la vida, la cual nos señala que “Frente a un problema, una solución”.
De esta forma y de acuerdo a la realidad de cada unidad educativa se comienza a utilizar, de forma muy tímida y con claros propósitos pedagógicos, el correo electrónico, la mensajería vía WhatsApp, para luego tomar consciencia de que existían plataformas educativas a través de la cuales era posible desarrollar actividades pedagógicas en línea o a distancia, apareciendo en la escena escolar recursos digitales como ClassRoom, ClassDojo, School Net, Puntaje Nacional, entre otros, los cuales permiten algún grado de interacción entre los profesores y estudiantes o sus familias, aunque no de forma sincrónica.
Casi de forma simultánea, se comienza a hacer uso de plataformas como Zoom, Google Meet, Skype, entre otras, a través de las cuales fue posible realizar clases en línea, de forma sincrónica y así, otra vez, apareció la posibilidad de interacción entre profesoras (es) y sus estudiantes, entre docentes y padres y apoderados; la posibilidad de compartir pantallas, documentos en diversos formatos, videos, de verse nuevamente las caras, de volver a sonreir en conjunto; de nuevo fue posible disfrutar y contemplar la belleza de educar, ahora en formato digital.
En definitiva, fue posible volver a generar espacios de aprendizaje, cuestión que sólo ha sido posible por esa capacidad adaptativa del sistema, por la resiliencia propia de la pedagogía que es capaz de permear y envolver a todos aquellos que con mucha responsabilidad, profesionalismo y amor por la educación le entregar a la acción de educar.
José Vilche Vergara, Subgerente de Educación COEMCO.