La Resiliencia de la Pedagogía

Y de la noche a la mañana, el lunes 16 de marzo de 2020, producto de la suspensión de clases presenciales, nos despertamos con puentes del sistema educacional cortados, puentes esenciales a la hora de pretender implementar propuestas didácticas de excelencia, cuyo propósito principal, al menos en el discurso, es el desarrollo de habilidades para el siglo XXI, puestas a disposición de seres humanos en proceso de formación.

José Vilche Vergara, Subgerente de Educación COEMCO.


Así, de a poco comenzamos a tomar consciencia que las salas de clases dejaron de funcionar, ya no estaba presente el cuerpo de profesoras (es), ya no estaban los asistentes de la educación, ni los medios de transporte escolar, ya no estaban encendidas las pizarras interactivas, y lo más crítico de todo, es que ya no estaba presente la esencia del sistema educativo: las y los estudiantes. Por lo mismo, ya no era posible continuar implementando el proyecto educativo, ni la comunicación entre los integrantes de las comunidades educativas, cuestión que es vital para activar conexiones e interacciones entre docentes y estudiantes; y, por lo mismo, ya no fue posible el desarrollo de clases presenciales, que hasta ese momento eran la forma habitual de educar.

Pero de la sorpresa y de la parálisis inicial, rápidamente, comienza a aparecer la capacidad resiliente del sistema educativo, de la pedagogía, de aquellos que diseñan, activan y guian las experiencias de aprendizaje, entendiendo por resiliencia aquella capacidad para superar situaciones complejas de vida y ser capaz de lograr desarrollos exitosos a pesar de circunstancias muy adversas, o como lo señala una autoridad mundial en esta materia, el profesor de psicología Norman Garmezy, quien la definió como “La capacidad para recuperarse y mantener una conducta adaptativa después del abandono o la incapacidad inicial al tener que enfrentar una situación o evento estresante”. Es así que los actores relevantes del proceso pedagógico, alumnos, padres y apoderados y, muy especialmente, los profesionales de la educación, comienzan a aplicar una máxima muy útil para el desarrollo de la vida, la cual nos señala que “Frente a un problema, una solución”.

De esta forma y de acuerdo a la realidad de cada unidad educativa se comienza a utilizar, de forma muy tímida y con claros propósitos pedagógicos, el correo electrónico, la mensajería vía WhatsApp, para luego tomar consciencia de que existían plataformas educativas a través de la cuales era posible desarrollar actividades pedagógicas en línea o a distancia, apareciendo en la escena escolar recursos digitales como ClassRoom, ClassDojo, School Net, Puntaje Nacional, entre otros, los cuales permiten algún grado de interacción entre los profesores y estudiantes o sus familias, aunque no de forma sincrónica.

Casi de forma simultánea, se comienza a hacer uso de plataformas como Zoom, Google Meet, Skype, entre otras, a través de las cuales fue posible realizar clases en línea, de forma sincrónica y así, otra vez, apareció la posibilidad de interacción entre profesoras (es) y sus estudiantes, entre docentes y padres y apoderados; la posibilidad de compartir pantallas, documentos en diversos formatos, videos, de verse nuevamente las caras, de volver a sonreir en conjunto; de nuevo fue posible disfrutar y contemplar la belleza de educar, ahora en formato digital.

En definitiva, fue posible volver a generar espacios de aprendizaje, cuestión que sólo ha sido posible por esa capacidad adaptativa del sistema, por la resiliencia propia de la pedagogía que es capaz de permear y envolver a todos aquellos que con mucha responsabilidad, profesionalismo y amor por la educación le entregar a la acción de educar.

José Vilche Vergara, Subgerente de Educación COEMCO.